¿Mami, me cuentas un cuento?
(Caridad, solidaridad)
¿Mami, me cuentas un cuento?
- A ver, cómo empiezo. ¿No tienes sueño?
- Sí, mami pero me gusta dormirme mientras, me cuentas un cuento.
- Bueno, mi amor, resulta que había una vez un niñito… - ¿Mami, y como se llamaba?
- Se llamaba Carlitos. La mamá tenía que pedir limosna porque estaba muy enferma y no podía trabajar. Luis ayudaba como podía: Hacía mandados, cuidaba carros y recogía basuras. Como Carlitos iba a la escuela, oyó hablar de la Noche de los Niños. La maestra les dijo a todos que pensaran en un disfraz, que no tenía que ser costoso, porque hasta con papeles se podía disfrazar uno. Pero el niño sabía que su mamá era tan pobre, tan pobre, que no se lo podía dar. Si no le podía dar ropa, ¿cómo le iba a dar un disfraz?.
- ¿Y entonces él que hizo, mami?
- Se puso muy triste, pero no le dijo nada a nadie y cuando llegó la Noche de los Niños se fue lejos de su barrio para que los vecinos no vieran que él no tenía disfraz. Caminando, caminando, llegó a un sitio donde había casas muy lindas, rodeadas de prados y de jardines.
- ¿Y que pasó, mami?
- En una de esas casas había muchos niños jugando y cantando. Carlitos se escondió detrás de un árbol para poder ver bien todos esos disfraces tan lindos. Había payasos, gatos y conejos, pastorcitas y blancanieves y uno igualitico a Cantinflas. Pero el disfraz más hermoso de todos era el de un niño vestido de Supermán.
- A Carlitos se le salían los ojos de la admiración. De pronto, sintió un ruido detrás del árbol y se asustó pensando que alguien lo había descubierto y lo iba a regañar. Pero, imagínate, ¿quién había detrás del árbol?
- Una bruja bien miedosa.
- No, mi amor, ahí, como si hubiera brotado de la tierra, estaba nada menos que Supermán. Y el niño se quedó como alelado viendo.
- ¿Por qué estás por aquí tan sólo con ese difraz tan
bueno? , le dijo Supermán.
El niño pobre se miró sus bluyines rotos, su camiseta vieja, su mochila, sin poder entender lo que estaba sucediendo.
-Eso era lo que yo quería- dijo el otro- disfrazarme de gamín, y mi mamá no me dejó porque ya yo tenía éste. ¿Por qué no cambiamos y te pones tú el de Supermán?
A Carlitos le parecía que estaba soñando.
-¿Yo? preguntó- ¿ponerme ese disfraz?
- Claro, ya mismo. A ver, cambiemos de ropa.
- ¿Y que le va a decir a usted su mamá? - Nada hermano, porque estoy seguro de que me voy a ganar el premio.
Y en un santiamén se cambiaron los vestidos.
- Y ahora, corre para tu casa para que no nos hagan cambiar otra vez.
- Pero si esto no es mío, dijo Carlos.
- Claro que es tuyo. Yo te lo regalo y tú me das a mí el de gamín.
- Y el niño se perdió en la oscuridad entre las risas, los cantos y los gritos.
- Esa noche, cuando Carlos llegó a la escuela, fue el más aplaudido de la fiesta. Solamente la maestra, con lágrimas en los ojos, supo, por el niño, de dónde venía el disfraz.
- El niño rico, por su parte, ganó el premio por ser el disfraz más auténtico de todos.
- Ay, mami, ¿y nosotros no le podemos ayudar a Carlitos?. Porque el otro niño no supo que él no estaba disfrazado y era pobre de verdad.
- Claro que sí, Andrés. Hay muchos niño como él. ¡Y cuántas cosas tienes tú con las que les puedes dar felicidad! Ellos a su vez, te hacen feliz al compartir.