¡Papi, aquí estoy!
(Diálogo, sinceridad)
- Siéntate que quiero conversar contigo.
- ¿Para qué, papi?
- No creo que necesite algo especial para hacerlo, Fernando. Es apenas natural.
-¿Sí, pero a estas horas?
- Tampoco creo que el conversar con los hijos tenga horario. Debe ser natural y espontáneo. Pero esta vez sí hay un motivo especial.
- ¿Cuál?
- La llegada tarde anoche.
- Pero si de eso ya hablamos.
- Así es. Sólo que no hablamos con la verdad.
- Papi, pero yo… No dije una mentira.
- ¿Estás muy seguro de eso?
- Bueno, dejé de decir algo, que no es lo mismo.
- Para mí, omitir una verdad es mentir. Es desinformar. Nos varamos no es lo mismo que nos chocamos.
- Fue que Julio no quiso que contáramos, porque lo matan en la casa.
- Julio es Julio y tú eres Fernando y aquí no se mata a nadie. ¡Cuántas veces hemos hablado de la mentira!. ¿Recuerdas qué hemos dicho?
- Sí, que es como un boomerang que se devuelve y tarde o temprano y nos golpea… como ahora a mí.
- Exactamente. Mi mecánico fue a llevar un repuesto a la oficina y me contó.
- Perdóname, papi, pero es que uno de soplón…
- De soplón no. Sincero. Siempre te he dicho que te pase lo que te pase, aquí me encuentras. Que estaré contigo.
- Yo sé.
-¿Entonces? Lo único que les pido a los hijos es esa confianza de la verdad. ¿Será mucho pedir?
- No, papi. Esta vez te fallé. Es esa falsa ley del silencio, que tienen todos los grupos. Pero te confieso, que me sentía mal por dentro, de no haberte contado.
- Te creo. ¿Y sabes por qué? Por aquello de que la verdad, por dura que sea, «nos hace libres».
- De acuerdo papi, ahora me siento eso: Más libre. Y te prometo que esta va a ser la última mentira, o por lo menos eso voy, a tratar de hacer. Lo que tú llamas comprometerme con la verdad…