Fabio, ¿por qué no te reportaste?
(Comunicación, testimonio)
- Mami, ¿no te das cuentas de que hemos crecido?
- Sin duda que me doy cuenta. Hasta hace poquito, yo era la que les compraba los zapatos y les soltaba a los bluyines.
- ¿Entonces cómo pretendes que a mi edad, yo me esté reportando como si fuera un pelado?.
- Ustedes son únicos Fabio. Ayer me pusiste a llamar donde la novia, porque te daba pena que te contestara la futura suegra, antier me pediste que te excusara donde el dentista -cosa que naturalmente no hice- pero hoy sábado, eres lo suficientemente adulto para llegar a las 4 de la mañana sin notificarle a nadie. ¿No te parece contradictorio? Cuando uno es mayor de edad debe serlo para todo. o quedarse de adolescente pasmado.
- Muy bien, señora, ¿entonces el niño debe pedir permiso?
- No he hablado de permiso. Permiso me pedían ustedes a los 15 años. Ahora me cuentan.
- ¿Y no es lo mismo mami?, pregunta Ana Lía, reforzando a su hermano.
- No, señorita. No es lo mismo. Permiso no, porque si a esa edad no los he educado, ya nada puedo hacer y porque confío plenamente en que se saben comportar. Pero, avisar sí, porque en esta inseguridad uno se imagina cualquier cosa: Atraco, accidente, etc.
- Pero, mami, insiste Fabio, no siempre hay teléfono cerca o a uno se le pasa el tiempo sin darse cuenta.
- Entiendo, pero hay que tener consideración con las personas que lo están esperando a uno, o le tienen una comida preparada que se queda ahí.
- Lo que pasa es que tú eres muy nerviosa.
- ¿De veras? ¡No me digas! ¿Y quienes fueron los que ya estaban llamando a policlínica cuándo yo me varé con unas amigas el otro día y llegué una hora tarde? Eso sin hablar de Ana Lía que se pone histérica cuando se demora su Pochito.
- Bueno, mami. Tú no pierdes una. De ahora en adelante procuraremos avisar,
Son las doce de la noche y la mamá, desesperada, entra a la alcoba de Fabio.
- Mijo, por Dios, ¿ qué le pasará a tu papá?. Es media noche y no sé de él.
- Tranquila, mami. Seguramente se tomó unos traguitos con los amigos.
-¿No ves, mami? Dice Ana Lía.
-¿No ves qué?
-¿Que cómo pretendes que nosotros nos reportemos cuando él nunca lo hace? ¿O es que el estatuto no cobija a los padres de familia?