Mami, ¿mi papá
estuvo en el ejército?
(Disciplina, amor)
- No, ¿por qué?
- Porque es un general. Da órdenes todo el día: Salude, dé las gracias, péinese, arregle su cuarto, tienda la cama, lava los tenis, cómase la legumbre, ayúdele a su mamá, sea más amable.
- ¿Y tú que piensas?
- Que eso es un abuso del imperativo.
- Me dejas y yo hago otra lista.
- ¿Cuál?
- Empecemos: Muchacho, me siento orgulloso de ti. Me vine temprano porque quería estar con ustedes. Mis hijos son lo más importante en mi vida. ¿Qué haría yo sin ustedes? ¡Hijo te quiero tanto! Mi mayor alegría es mi familia. Mauro. ¿Nos vamos de excursión con tus amigos? Dime, hijo, que te pasa. Ya sabes que aquí estoy para ayudarte, sea lo que sea… Las frases tienen el mismo autor y no se usa el imperativo ¿Sí o no?
- Sí, mami.
- ¿Sabes tú que necesita un ser humano para volverse persona?
- ¿Qué, mami?
- Dos cosas: Amor y disciplina.
- ¿Y qué le pasa si no le dan sino amor?
- ¡Ah es un encanto! Lo invitan a todas las fiestas. Es simpático, chistoso, divertido. Todos lo quieren. Pero es inútil, perezoso, improductivo, sentado. Que los otros hagan y él los entretiene.
- ¿Y si no le dan sino disciplina?
- Pídele a Dios que ese a quien sólo le dieron disciplina, no llegue a ser tu jefe. Duro, autoritario, perfeccionista, intratable, adusto, exigente, implacable. Eso sí, muy productivo. Ese crea empresas y destruye personas.
- Pero aquí tenemos las dos cosas y nos falta mucho.
- Claro, Mauro. La madurez no es un objetivo, es un proceso. Ustedes no son, están siendo. También tu papá y yo. Eso de ser persona es algo que nunca se acaba de hacer. Pero acuérdate, eso necesita normas. Esas nos dan la columna vertebral que nos sostiene.
-¿Y el amor?
- El corazón que nos une, nos integra, nos hace solidarios, en ese amor.